domingo, agosto 28, 2005

periodismo o cristianismo

[Sigo juntando ideas anticristianas, en este año papal y recogido como un vestido de truman chorba. He aquí un artículo publicado en revista hace como cinco años que me parece que todavia sirve]

El reverendo Grondona y la inmaculada concepción de la imagen pública
Teléfono en la casa de las Madres de Plaza de Mayo, atiende un pibe que está ahí. Es de la producción de Mariano Grondona para hablar con la presidenta. La presidenta no está. Entonces con alguno de los responsables de la Universidad de las Madres, por favor. No hay nadie a mano. Muchas gracias, nos comunicamos en otro momento. Teléfono a los dos días, mensaje: El Dr. Grondona se ofrece -ad honorem, por supuesto- para dar clases en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo. Luego, las dirigentes de la Asociación discuten rápidamente la posibilidad. Conclusión: las Madres eligen las prendas y esta -por manchas indelebles que no se borran con un salto inteligente- no merece el sol de su patio intelectual. Teléfono otra vez en el mismo lugar, una semana después. El Doctor se ha hecho verbo y habla con Hebe para invitarla a su programa, no menciona su sugerencia próximo pasada. Hebe dice que prefiere no ir, que cada vez la línea de Hora Clave le gusta menos, etc. Gracias, gracias, clac, clac.

El Evangelio según San Mariano
Hasta aquí una anécdota doméstica cuya publicación no permite por si misma sacar trapos al sol ni señalar manchas en una ropa que hace tiempo está a la vista, sino más bién observar de cerca la tela, como en esas publicidades de jabón de lavar con técnicos de guardapolvo.

¿Qué ace que el Dr. suponga que su traje gris ubicuo pudiera parecer más blanco junto a los pañuelos de las Madres? ¿Qué alarde ideológico inclina su estrategia a pretender que a la Universidad de las Madres le conviene su presencia?

Este intento tiene antecedentes. Se sabe que Hebe de Bonafini y Sergio Schocklender trabajan juntos. Tiempo atrás, Grondona presentó a Schoklender en su programa como supuesto parricida, ex convicto y actual letrado militante por los derechos humanos. Después de hacerle algunas preguntas y tratarlo de Doctor ("usted es abogado como yo") Mariano reformula la vida de Schoklender a modo de parábola que invita a su propia redención: la gente puede convertirse y mucho y para bien, yo -que antes era golpista- ahora soy algo así como la encarnación de la democracia.

Mutatis mutandis, Sergio, en la santa versión mariana, es Magdalena. Y el periodista es Nuestro Señor que lo acepta en el rebaño civil mientras aprovecha para lavarse los pies sucios con lágrimas retóricamente robadas.

La Acción Catódica
Mariano Grondona usa gestos de cura, tanto como no lo había hecho en su época con San Bernardo. Mezcla amablemente la oratoria con la oración. Entrelaza las manos a la altura del pecho, nunca parece apasionado, habla con voz suave y baja, hace pausas más cortas que las de Guerrero Martineitz pero un poco más largas que las acostumbradas en tv. Cita los Evangelios (en particular, parábolas) y otros textos como si fuesen sagrados (un recuerdo para Alfonsín, que en campaña electoral recitaba como letanías los párrafos de la Constitución). Cuando presenta una situación como límite, invoca a dios. Los curas de apariencia reflexiva se cuentan entre los invitados favoritos a su programa: Monseñor Laguna, el Padre Mujica, etc.

El crimen de la chica Fraticelli ha espantado doblemente al cura-Doctor-periodista: "un sacrilegio contra la inocencia" cometido aparentemente por "católicos practicantes y misioneros", agranda la perplejidad mariana que parece desconocer una cosa tan común como la hipocresía. Su moral resume lo esencial de la ética cristiana: culpa, castigo, redención, culpa. Y trascendencia: los valores siempre vienen de arriba, son una tradición inmóvil: “Las reglas siempre están por encima de los jugadores” es una de sus frases repetidas con diversas palabras.

El padre Mariano da Claves para un mundo mejor: dice que los argentinos deberíamos tener fe y esperanza (en el futuro del país que tiene todos los climas, en los "buenos" dirigentes, etc) porque el pesimismo -que se consigue observando la realidad- es malo. Y cada tanto lleva a llorar a su altar a un curita sencillo y caritativo como Farinello, con quien compadece. Cumplidas las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Amén.

Dejad que los ñoños vengan a mí
Grondona lleva a Hora Clave a Moria Casán -con quien tiene un pleito judicial que él ganaría-, públicamente le perdona sus injurias y se arrepiente un poco de su propio aparente exceso verbal. Su voluntad de buen cristiano corrige (más allá de) la justicia de los hombres. En otro gesto de sacerdote, su mano derecha blanca y fina con las uñas esmaltadas sale abierta del pecho y avanza lentamente hacia adelante sanjando salomónicamente casi todo. El equilibrio como imitación de la perfección, la bendición de la dorada medianía, el aura mediocritas. Él es el ejemplo mediático de lo que pretende merecer. Su discurso no busca la verdad sino la mitad: "Al César lo que es del César...".

El Profesor Doctor tiene una larga carrera docente en universidades más bien católicas, ha escrito unos cuantos libros, ha dado conferencias aquí y allá. No es un mero periodista, una impostura televisiva, sino que ha existido fuera de la caja y lo recuerda siempre ("Como les digo a mis alumnos..."). Hace el sacrificio pedagógico de masificar su elevado mensaje; (con)desciende jesuíticamente a la tierra, se encarna para que el pueblo sepa de qué se trata.

Bienaventurados los pobres de espíritu
Tal vez sean sus anteojos cristalinamente cristianos lo que confunda a Grondona. Si perdonar nos acerca a dios, ¿no querrán las Madres congraciarse?. Si la fuente del bien y del mal es divina y solo Él puede juzgar en última instancia, ¿por qué van a juzgar mi ideología en vida? Si todos tenemos que perdonarnos, renovarnos y ser salvos por el Espíritu, ¿no entraremos Balza y yo en el cielo nacional?

La idea cristiana del mundo parece chocar con otra por lo menos un poco más laica, que pretende que los hombres sean responsables solamente ante los hombres de sus actos y en la que la intención no es lo que vale, sino la historia. Dos sistemas de valores por lo menos diferentes: en uno el motor es la esperanza, en otro la confianza en lo que puede comprobarse.
La moral trascendente del que habla por la sagrada televisión y busca la dorada medianía, o la moral inmanente de las que dan vueltas por la calle buscando algo parecido a la verdad.